El invierno transforma todo en Jelgava. Lo que en verano es movimiento ahora es contemplación silenciosa. El Driksa, ese brazo del Lielupe de 5,2 kilómetros que abraza las islas Pasta y Pils, se ha convertido en un espejo opaco donde el hielo y el agua negocian sus territorios.
El Driksas Baka vigila desde su base de piedras blancas, con sus rayas rojas y blancas como un centinela que no necesita mar para cumplir su función. El pontón Silva, anclado permanentemente en la bahía cerca de la isla Pils, es una reliquia con historia: un antiguo fragmento del puente pontón de Riga que encontró aquí una segunda vida como salón de eventos.
El barco conectado a la orilla se ha convertido en una extensión flotante de la casa de té Silva, que espera entre los ríos Lielupe y Driksa, ofreciendo un espacio único para disfrutar del té y las tartas con vistas al agua. Una embarcación que cambió la navegación por la hospitalidad, el movimiento por la pausa necesaria.
(Título y texto de Claude AI)
Foto hecha con el móvil.
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Jelgava, Letonia.