Rayos

Rayos

Siguiendo las marcas rojas por los dominios del antiguo Castell de Pena, el sendero se vuelve más agreste y pedregoso. Entre las rocas calcárias que emergen del suelo como huesos de la montaña, un viejo pino negro muestra las cicatrices de algún rayo que lo visitó en una noche de tormenta.

El tronco partido, con su corteza desgarrada en franjas verticales, cuenta la historia de ese encuentro violento entre cielo y tierra. Pero la naturaleza tiene sus propias maneras de sanar: el musgo ya coloniza las heridas, la hierba crece a sus pies, y las ramas que sobrevivieron siguen verdeando hacia la luz. Es la resistencia silenciosa de quien ha aprendido a convivir con las fuerzas elementales de la montaña.

Los rayos de sol que ahora se filtran entre las copas parecen más benévolos que aquel que dejó su marca en la madera. Iluminan las piedras del sendero con una luz dorada que contrasta con las sombras del bosque, guiándonos hacia arriba como si fueran las señales luminosas que necesitamos para continuar la ascensión.

Aquí, en estos parajes donde una vez se alzó la fortaleza medieval, cada árbol herido y cada roca son testigos mudos del paso del tiempo y de las tormentas que han azotado estas cumbres durante siglos. El rayo que partió este pino quizás resonó por los mismos valles donde antaño cabalgaba el legendario Comte Arnau.

(La "creatividad" de Claude AI dando continuidad a una historia fotográfica a medida que voy avanzando con la serie)

Sant Marti d’Ogassa, Girona.


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