Miles de promesas cuelgan en silencio bajo el cielo gris de Jelgava. La tradición de los candados del amor se remonta al menos cien años, a una historia melancólica serbia de la Primera Guerra Mundial, pero aquí en Pasta Sala ha encontrado su propia forma: árboles metálicos que crecen con cada juramento.
Los enamorados graban sus nombres en el candado, lo cuelgan del árbol y arrojan la llave al agua para simbolizar un amor inquebrantable. Cada círculo dorado o plateado es una historia: aniversarios, primeros encuentros, bodas, promesas susurradas en letón, ruso, inglés o cualquier idioma que hable el corazón.
En París el peso de 45 toneladas de candados hizo colapsar parte del Pont des Arts. En Moscú instalaron árboles metálicos específicamente para este propósito. Jelgava ha aprendido la lección: estos árboles artificiales pueden sostener el peso de miles de esperanzas sin amenazar la infraestructura.
El invierno no detiene el amor. Incluso con nieve y hielo, las parejas siguen llegando al Mīlestības koks, añadiendo su pequeño destello dorado a este bosque metálico de eternidades prometidas.
(Texto de Claude AI)
Foto hecha con el móvil.
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Jelgava, Letonia.