El sendero se adentra de nuevo en la espesura del bosque siguiendo las marcas rojas que aparecen tímidamente entre los troncos. El camino se ha convertido en un canal natural tallado por miles de pisadas a lo largo de los años, una cicatriz serpenteante en el suelo del bosque que guía nuestros pasos entre pinos centenarios y rocas cubiertas de musgo.
Desde aquí es imposible adivinar cuánto falta para alcanzar la cima del Sant Amand. El bosque nos envuelve completamente, creando un túnel verde donde solo la persistencia de las marcas rojas nos asegura que vamos por buen camino. Los troncos se suceden uno tras otro, las rocas emergen del suelo como obstáculos naturales, y el sendero continúa serpenteando hacia arriba sin revelar su destino.
Este sendero tallado por la constancia de generaciones de montañistas nos recuerda que llegar a las cumbres no siempre es cuestión de ver el objetivo, sino de confiar en el camino y seguir avanzando paso a paso. Entre estos pinos que filtran la luz del día, cada marca roja es una promesa de que la recompensa está más cerca de lo que parece.
El bosque guarda sus secretos hasta el último momento, pero el sendero tallado continúa ascendiendo, llevándonos inevitablemente hacia las alturas donde el Sant Amand nos espera con sus vistas panorámicas del Ripollès.
(Título y texto de Claude AI)
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Santi Martí d’Ogassa, Girona.