Pocas veces he tenido la posibilidad de ver la lluvia de perseidas en un sitio tan alejado de la contaminación lumínica urbana como este pasado verano en el Cabo de Gata. Tenía localizada una ubicación en un cortijo abandonado a 19 km de donde me alojaba, en un lugar muy solitario. Parecía la noche perfecta, con el cielo despejado y sólo la amenaza de la luna levantándose del horizonte alrededor de la medianoche.
Después de cenar y poco antes de medianoche conduje hasta aquel lugar en sumido en la más absoluta oscuridad. No me crucé con nadie en esos 19 km que me separaban de allí. Aparqué al lado de las ruinas e inspeccioné el lugar abriendo bien los ojos para localizar la Vía Láctea, buscando dónde plantar el trípode. Localizado el lugar, desplegué las patas y monté la cámara como el objetivo ultra-gran angular. Busqué un encuadre atractivo y disparé una toma de larga exposición.
En todo ese tiempo no pasó nadie por la carretera, pero bastó pulsar el disparador de cable para que empezaran a pasar coches por la carretera. Y éste es el resultado. Tampoco está tan mal, ¿no?
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Fernán Pérez – Níjar, Almería.
[EXIF]