Entre las acículas doradas que alfombran el Pla de Pena, este hongo coral emerge como una escultura natural tallada por la paciencia del tiempo. Sus ramas se extienden en todas direcciones, creando una arquitectura orgánica que desafía la geometría, recordándonos que la naturaleza es la primera artista. Ramaria, le dicen los micólogos a este género
