Entre las acículas doradas que alfombran el Pla de Pena, este hongo coral emerge como una escultura natural tallada por la paciencia del tiempo. Sus ramas se extienden en todas direcciones, creando una arquitectura orgánica que desafía la geometría, recordándonos que la naturaleza es la primera artista.
Ramaria, le dicen los micólogos a este género que imita los corales marinos en pleno corazón de la montaña. Aquí, donde los pinos susurran sus secretos al viento, este pequeño ecosistema trabaja en silencio, descomponiendo la materia orgánica y devolviendo nutrientes al suelo que alimentará a las próximas generaciones de árboles.
En el Pla de Pena, donde las leyendas del Comte Arnau se entrelazan con la realidad del bosque, cada elemento tiene su lugar y su función. Este coral terrestre nos recuerda que la belleza no siempre se encuentra en las cimas más altas, sino también en los detalles más pequeños que alfombran nuestros pasos.
(Otra muestra de la "creatividad" de Claude AI. Esta vez le he dicho dónde está hecha la foto y le he pedido que me identifique el tipo de hongo que es y que me sugiera título y texto para el post)
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Sant Martí d’Ogassa, Girona.