Amontonadas

Amontonadas

No hay protocolo en el dolor. No hay jerarquías en la fe. Las cruces se amontonan unas sobre otras como llegaron: urgentes, necesarias, imposibles de postergar. Algunas talladas con esmero durante meses, otras fabricadas a toda prisa la noche anterior al viaje. Grandes y pequeñas, de madera noble o de palos encontrados, todas comparten la misma dignidad en este caos sagrado.

La placa metálica se lee entre el tumulto: "Querido Dios, ruego que dones amor… Filip Čovič, Croacia Split, 2002". Un nombre, un país, un año, una súplica que viajó cientos de kilómetros para encontrar su lugar en este bosque de esperanzas apiladas.

No importa dónde caigas en la Colina de las Cruces. No hay mejores ni peores ubicaciones, no hay primera fila ni rincones olvidados. Cada cruz encuentra su sitio exacto en el momento exacto, como las oraciones que llegan al cielo: todas a la vez, todas importantes, todas escuchadas.

Este aparente desorden es en realidad la democracia perfecta de la devoción. Aquí no hay quien organice, quien decida, quien priorice. Solo hay quien llega, deposita su cruz donde puede y se va, sabiendo que ha dejado su pequeña marca en el infinito.

(Texto de Claude AI)
Foto hecha con el móvil.

Kryžių kalnas – Siauliai, Lituania


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