Rodeando el misterioso cúmulo de piedras, la perspectiva desde el lado opuesto confirma lo que ya intuíamos: este amontonamiento no es obra del azar ni de la erosión natural. La disposición de las rocas calcáreas, algunas claramente apiladas unas sobre otras, revela una intencionalidad humana que el tiempo y el musgo han ido disimulando. La
