Forzando la vista


Llevando el teleobjetivo hasta sus límites, conseguimos acercar Ripoll desde nuestra atalaya en el castell de Pena. Lo que desde el Pla de Pena era solo una mancha urbana difusa, ahora se revela con todo su detalle: el casco antiguo con sus calles estrechas, las plazas, y sobre todo, la inconfundible torre del Monestir de

Can Muiols


Desde las alturas del emplazamiento del castell de Pena, el zoom de la cámara nos acerca a Can Muiols, una antigua masía que aparece como un pequeño oasis de vida doméstica encajado entre los bosques de la vertiente sur de la Serra de Sant Amand. Lo que desde la distancia parecía apenas un punto en

Cota 1832


Llegamos a la cota 1832, el punto exacto donde el mapa topográfico del ICGC sitúa el mítico Castell de Pena. No encontramos ni rastro de murallas ni piedras talladas, pero sí la recompensa que justifica cualquier ascensión: una vista espectacular que abraza todo el entorno de Ripoll desplegado a nuestros pies. Desde esta atalaya natural,

Serpenteando por la cresta


El sendero se abre finalmente en la cresta de la Serra de Sant Amand, donde el terreno cae suavemente a ambos lados y la luz del día se filtra con más generosidad entre los pinos. El camino serpentea ahora entre rocas calcáreas y prados de hierba corta, señal inequívoca de que la cima está cerca.

Cuidado con los tobillos


A medida que nos acercamos a la cota 1830 de la Serra de Sant Amand, el sendero se transforma en un campo de obstáculos pétreo donde cada paso requiere atención y cálculo. Las rocas calcáreas se amontonan caprichosamente, creando trampas naturales para los tobillos desprevenidos y recordándonos que la montaña no perdona la distracción. Entre

Sendero tallado


El sendero se adentra de nuevo en la espesura del bosque siguiendo las marcas rojas que aparecen tímidamente entre los troncos. El camino se ha convertido en un canal natural tallado por miles de pisadas a lo largo de los años, una cicatriz serpenteante en el suelo del bosque que guía nuestros pasos entre pinos

Camino compartido


Entre las rocas calcáreas y la pinaza dorada que alfombra el sendero, reaparece inesperadamente la marca amarilla del Camí de Vidabona, que no habíamos visto desde el Pla de Pena. De repente, nuestro sendero marcado en rojo converge con esta antigua ruta que conecta valles y montañas siguiendo trazados que han permanecido inalterables durante siglos.

Un poco más arriba


El sendero se desdibuja entre el caos pétreo, pero una discreta marca roja en la roca nos confirma que vamos por buen camino. ‘Un poco más arriba’, parece decirnos esa señal pintada, como si fuera la voz de algún montañero experimentado que nos anima a continuar cuando las piernas empiezan a pesar y el terreno

Rayos


Siguiendo las marcas rojas por los dominios del antiguo Castell de Pena, el sendero se vuelve más agreste y pedregoso. Entre las rocas calcárias que emergen del suelo como huesos de la montaña, un viejo pino negro muestra las cicatrices de algún rayo que lo visitó en una noche de tormenta. El tronco partido, con

Por la senda roja


Tras dejar atrás los carteles y advertencias del Pla de Pena, el bosque nos acoge en su silencio otoñal siguiendo las discretas marcas rojas que aparecen pintadas en los troncos. Este sendero serpenteante, apenas una cicatriz en la hierba alta, se convierte en nuestro único hilo conductor hacia el Puig de Sant Amand. Los hayas



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