El camino a la colina


Al salir del túnel, el mundo se abre de forma inesperada. No hay bosques densos ni montañas escarpadas, sino una planicie infinita donde el cielo abraza la tierra en un horizonte que parece no tener fin. El sendero empedrado se extiende como una promesa trazada sobre el paisaje invernal, guiando los pasos hacia lo que

Cuidado con los tobillos


A medida que nos acercamos a la cota 1830 de la Serra de Sant Amand, el sendero se transforma en un campo de obstáculos pétreo donde cada paso requiere atención y cálculo. Las rocas calcáreas se amontonan caprichosamente, creando trampas naturales para los tobillos desprevenidos y recordándonos que la montaña no perdona la distracción. Entre

Sendero tallado


El sendero se adentra de nuevo en la espesura del bosque siguiendo las marcas rojas que aparecen tímidamente entre los troncos. El camino se ha convertido en un canal natural tallado por miles de pisadas a lo largo de los años, una cicatriz serpenteante en el suelo del bosque que guía nuestros pasos entre pinos

Hacia la Colina de las Cruces


Hay lugares que anticipan su propia singularidad. Desde el parking, bajo el cielo gris lituano, ya se intuye que al atravesar este túnel de piedra revestido de madera algo cambiará en la perspectiva del mundo. Los paneles informativos flanquean la entrada como guardianes discretos, pero su mensaje es claro: estás a punto de entrar en

Camino compartido


Entre las rocas calcáreas y la pinaza dorada que alfombra el sendero, reaparece inesperadamente la marca amarilla del Camí de Vidabona, que no habíamos visto desde el Pla de Pena. De repente, nuestro sendero marcado en rojo converge con esta antigua ruta que conecta valles y montañas siguiendo trazados que han permanecido inalterables durante siglos.

Un poco más arriba


El sendero se desdibuja entre el caos pétreo, pero una discreta marca roja en la roca nos confirma que vamos por buen camino. ‘Un poco más arriba’, parece decirnos esa señal pintada, como si fuera la voz de algún montañero experimentado que nos anima a continuar cuando las piernas empiezan a pesar y el terreno

Rayos


Siguiendo las marcas rojas por los dominios del antiguo Castell de Pena, el sendero se vuelve más agreste y pedregoso. Entre las rocas calcárias que emergen del suelo como huesos de la montaña, un viejo pino negro muestra las cicatrices de algún rayo que lo visitó en una noche de tormenta. El tronco partido, con

Por la senda roja


Tras dejar atrás los carteles y advertencias del Pla de Pena, el bosque nos acoge en su silencio otoñal siguiendo las discretas marcas rojas que aparecen pintadas en los troncos. Este sendero serpenteante, apenas una cicatriz en la hierba alta, se convierte en nuestro único hilo conductor hacia el Puig de Sant Amand. Los hayas

Advertencias


En el silencio del Pla de Pena, mientras buscamos las trazas del antiguo sendero hacia la cima de Sant Amand y los vestigios del legendario Castell de Pena, nos topamos con esta constelación de avisos que nos devuelve bruscamente al presente. Los carteles de coto de caza se multiplican entre los árboles como centinelas de

A vista de pájaro


Desde las alturas del Pla de Pena, Ripoll se extiende a nuestros pies como un tapiz urbano encajado en el fondo del valle. La población se despliega principalmente en sus barrios más modernos y periféricos, que desde esta distancia forman un mosaico de tejados rojizos y ocres repartidos entre el verde de los huertos y



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